EXPATRIADAS, serie de TV

 Triste, dramática, bella en su tragedia. 

Extraordinaria.

No sé por qué proliferan tantas series cuyo tema principal es la desaparición de un niño, tal vez la parabólica colectiva esté queriendo enviarnos un mensaje, un S.O.S. sobre nuestra vulnerabilidad como humanos sin recursos para afrontar esa clase de dolor e intenta avisar, mostrar e interrogar sobre como nos sentiríamos y cómo cada uno de nosotros afrontaría dicha desgracia que no permite cerrar el duelo por la esperanza de volver a encontrarle. 

Expatriadas despliega las vidas cruzadas de todos los implicados, los sentimientos de culpa, el por qué hice esto y no aquello en esa milésima de segundo o todo lo anterior... mientras que los otros hijos, los hermanos, también frágiles necesitan algo imposible: que como madre salgas de tu dolor para entregar vida y alegría a su desarrollo, a su derecho a la existencia, a la visibilidad, a no ser pospuestos. 

Mientras tanto los amigos también viven sus propios dolores que a veces confrontan de forma inevitable. Finalmente las piezas y las actitudes se colocan, la esperanza persiste, la ira se disipa y la vida sigue siendo vida y resurección de ave Fenix, y la búsqueda se reparte con roles que encajan entre sí y que son comprensibles: uno de la pareja cuida a los otros hijos y la otra sigue buscando a tiempo completo.


En la serie también subyace una ambivalencia de sentimientos sobre la relación "criadas y señoras", ellas que conocen las camas revueltas, todos los secretos y zozobras ¿son familia?, tal y como está repartido el mundo parece imposible cambiarlo, y la linde invisible en apariencia marca barrera, frontera... El dinero manda hasta el punto de obligarte a cuidar a los hijos de otros para poder alimentar a los tuyos desde lejos. A ellas, las cuidadoras no consanguíneas, también las expatrian.

El sentimiento de extranjería se vé con crudeza en cada capítulo, no sólo el idioma y las costumbres impiden la comunicación, también existe el rechazo ¿de ida y vuelta? La serie propone un buen tema para debate en este grano de arroz en el universo que es nuestro pequeño planeta.

Tal vez vivamos enmascarados por necesidad de supervivencia y por ello la literatura y el cine se encargan de quitarle la careta a nuestro mundo para adentrarse en el interior de cada uno de nosotros, tan perdidos a veces, tan a la deriva.

Demasiado a amenudo las personas han de convivir con dolores insufribles, y aparentar que todo sigue en orden.

Admiro la generosidad de los actores que prestan alma y cuerpo con sus herramientas más delicadas: los sentimientos, pensamientos, emociones, catarsis..., no me extraña que todos ellos pasen por psicólogos, y psicoterapeutas para no quedarse atrapados, abducidos, destrozados como los seres que interpretan. 

En el caso de las actrices y actores de esta serie tuvo que ser durísimo el punto de partida tan incómodo, la dificultad para conseguir el desarrollo de todos ellos, cada uno en su papel, y la vinculación entre sí, y es que para bien y para mal no estamos solos y todo cuanto ocurre nos repercute individual y colectivamente y por ello es bueno saber, conocer, comprender.

Deseo que estéis muy bien. Y si no lo estáis decidlo porque aunque no se pueda hacer demasiado, al menos escuchar y sentirse comprendido ayuda a eliminar la soledad, y regala conocimiento del otro y eso en sí mismo ya es mucho. 

Un abrazo.

Pili Zori

IN MY SKIN, serie de TV

 O el amor incondicional de los hijos, añadiría yo como subtítulo.

Los roles invertidos, cuando los hijos ejercen de padres,

¿Quién cuida a los que cuidan?

¿Quién defiende a los seres indefensos?

A veces tengo la sensación de que mi radar o mi parabólica se orientan en una misma dirección sin que intervenga mi voluntad y como he dicho en otras ocasiones, los libros y las películas hablan entre sí, debaten, discuten, preguntan y a veces, sólo a veces, responden en esa especie de orden natural y subterráneo cuyas leyes desconozco.

En el club de literatura al que pertenezco últimamente escucho a algunos de mis compañeros decir con frecuencia -al hilo de las novelas que vamos leyendo- que si las personas han sido maltratadas durante su infancia cuando son adultas se vuelven maltratadoras, siempre me apresuro a discrepar de dicha sentencia aplastante cuando surge el tema ya que conozco muchos casos en los que precisamente por la mala experiencia vivida esos críos le enmendaron la plana al destino y se convirtieron en jóvenes sociables y bondadosos y en padres y madres llenos de amor y empatía además de ser respetuosos con los hijos y su entorno.


En nuestro país y durante nuestra generación, la de los que ya tenemos seis o siete décadas a la espalda, estaba institucionalizado sacar la mano a pasear, en las casas -salvando las dignísimas excepciones como es natural que también eran muchas- en los colegios, en las clases particulares... y hasta el presidente de la comunidad de vecinos se quitaba el cinturón por menos de un pito si te veía subido o encaramada a un árbol, o haciendo más ruido al jugar del que su siesta admitía, ya se sabe: dale una gorra de plato a un "atontao" y creerá que gobierna el mundo.  

Recuerdo una película en la que una niña que había sufrido abusos, le decía a su abogado: "No quiero declarar porque no deseo ser reconocida o señalada para el resto de mi vida por esa causa".

Por ello es importante no estigmatizar, ni sentenciar o hablar en términos absolutos para no añadir además vergüenza a la pena, y silenciar así a quienes sufren contra la tan venerada "normalidad" confundida a menudo con la uniformidad, todos somos seres diferentes y únicos y ello no nos impide encajar y ser uno más en el enriquecedor conjunto.

Las palabras que la protagonista pronuncia al final de la serie In my skin están plasmadas para enmarcarlas por liberadoras y justas y porque son la llave que abre las puertas del horizonte y del porvenir. Todos los delitos prescriben, el cielo se despeja y el sol sale por la mañana y cada día la vida vuelve a comenzar.

Por otro lado y como ya he dicho en otra entrada no basta con comprender las causas -el cine y las series de calidad se están desgañitando para avisar, para mostrarlas a voces- hay que tomar cartas en el asunto, y solucionar los problemas de familia cuando entran en ella el alcoholismo, las adicciones o la enfermedad psíquica, y hacerlo sin juzgar, sin despreciar, sin humillar y sin morbosidades, en resumen: sin maldad, sólo así los aquejados podrán curarse, o al menos mantener a raya a los demonios.

Los actores de esta serie británica -viene una calidad artística apabullante de allí- actúan con tantísima naturalidad, que es asombroso el nivel de credibilidad casi de documental que obtienen, no me extraña que se hayan llevado los premios más presigiosos.

Podéis verla en Rtve play, un cofre de tesoros para mí.

Deseo que os guste o que os sugiera ideas y reflexiones interesantes.

Un abrazo, cuidaos mucho.

Pili Zori.

RICHARD JEWELL, película de Clint Eastwood

 ¡¡¡¡¡Qué peliculón!!!!! 

Cada día estoy más convencida de que Clint Eastwood es un espíritu absolutamente libre y que su bandera no distingue colores, adscripciones o seguidismos, la que él ondea y enarbola es la que lucha contra la injusticia, y no es maniqueo ni escatima los matices,  y eso que -como he dicho en otras ocasiones- cuando era él joven, cuando lo éramos los dos, no resultaba santo de mi devoción al interpretar aquellos personajes tan machistorros, y chulescos. Pero en la madurez madurísima, tan brillante y elocuente que tiene imagino que se dice: A mi edad las explicaciones sólo me las debo a mí mismo, quien me comprenda pues adelante y quien no pues que apague y encienda otra cosa, pero no busco la aprobación de nadie ni su beneplácito ni necesito complacer. Este es mi trozo de acera y lo barro a mi modo.

¡Qué intérpretes! tan bien elegidos, sublimes todos ellos en sus cortas o más largas apariciones, qué lujo sería ver cómo les da las pautas, y el protagonista principal Paul Walter Hauser, en su papel de Jewell está para descubrirse una y mil veces. ¡Qué grande! y no me refiero a su físico que también acompaña en bondad enorme. 

En fin, no enumero al elenco porque en la carátula aparecen todos y podéis buscarlos y deleitaros de forma más pausada en internet.


El guión es de Billy Rai, Eastwood tiene un ojo clínico incomparable para rodearse de los mejores, es muy instintivo para formar equipos. Si buscáis la filmografía de Rai entenderéis por qué lo digo, aquí no me quiero extender, de Clint ya hablé largo y tendido en la entrada que le hice en mi blog comentando Gran Torino, de todas sus películas es mi favorita hoy por hoy, creo que en ella depositó su legado, es un hermoso cofre que atesora sus principios y confesiones, magistral y conmovedora a niveles de hondura profundísimos. 

Retrata tan fidedignamente el corazón de los Estados Unidos a través del paisanaje, que intuyes el iceberg de historia que lo sostiene. Me recuerda al escritor Jonathan Franzen, no por el estilo, ni por la semejanza, no se parecen en el modo de narrar, sino por la manera de comprender a su país, en especial El Medio Oeste, y de describirlo a través de las actitudes con las pinceladas justas y bien escogidas, sin caricaturizar, amando y criticando a los suyos desde dentro como sólo le está permitido hacerlo a la familia. 

Eso sí, la llorera y la rabia no hay quien os las evite, hay ciertas personas trepadoras, brutalmente egoistas que van dejándo cadáveres por el camino, y son muy difíciles de perdonar, aunque las lágrimas de la periodista traten de redimirla, al igual que el odioso agente del FBI junto a los compañeros que se prestaron a manipular, engañar y aprovecharse de ese niño grande que los admira con fe inquebrantable y sin fisuras, abusones maleados y sin escrúpulos que no tienen perdón. Por suerte en esta historia biográfica Richard Jewell se cruzó en el camino de dos ángeles de nuestro tiempo: un abogado y su secretaria -no sé  si también era pasante- que supieron ver con claridad la corrupción para ayudarle. 

Para que la veáis tranquilos os anticipo que el final es precioso y produce mucha satisfacción. 

Está en H B O por si queréis entrar a verla.

Un abrazo

"La mujer helada", de ANNIE ERNAUX

 Feliz día de la mujer.

“El coraje y la agudeza clínica con la que descubre los extrañamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal”

Anderson Olson.


Así es como presentaron en el Premio Nobel de literatura a Annie Ernaux. La mujer octogenaria que afirma que “lo personal es político”.

La mujer helada transcurre desde la infancia de la protagonista -que en este caso es la propia Annie Ernaux escribiendo su autobiografía-, hasta que ésta tiene 35 años, y la composición y estructura, a mi juicio, es como si ella, la autora, estuviese contemplando desde una ventana a esa mujer joven del pasado que fue ella misma y la viera en esa etapa en la que cambió, para adaptarse, tras haber recibido una educación no sexista, basada en la igualdad de sus padres sin roles específicos a la hora de llevar su negocio –una tienda bar- y las tareas de la casa en un ambiente rural en el que la madre fomentaba la lectura y el desarrollo de su hija por encima de costumbres de orden y limpieza y presiones sociales y de repartos impuestos, Annie vivió una maravillosa infancia en la que la madre, cuando salían de paseo o para ir al cine, le ofrecía el regalo de los libros como objetos de deseo frente a un escaparate que bien podría parecer una pastelería ¿Cuál te gusta?, ¿qué novela quieres que te compre? 

Después vendría el despertar sexual, la entrada en la pubertad y adolescencia y la confusión entre quién eres y quien quieren los demás que seas. Si todo el mundo está de acuerdo en determinadas actitudes que se hacen institucionales es difícil ponerlas en duda, ya sabéis, por aquello de “coma caca que cien millones de moscas no pueden estar equivocadas” de manera que se llega a la juventud admitiendo que esa es la ley natural de la convivencia a falta de otros ejemplos, y se acepta en ambos sentidos, para hombre y para mujer, ya que si tienes inculcado como varón que ese es tu papel, difícilmente te vas a apear de la burra de los privilegios cuando hacerlo supone incluso la hilaridad y mofa de tus colegas. 


Annie Ernaux en mi opinión no juzga, simplemente expone, y lo hace sin escatimar la autocrítica a la joven que fue, el subrayado que traza es para recalcar las partes negativas de esa etapa en la que se casa intentando ser perfecta esposa, perfecta madre y perfecta reina del hogar. 

¿Cómo llegó hasta ahí pensando como pensaba? se pregunta el lector. 

La mirada de Annie Ernaux es honrada porque no escatima las partes en las que ella queda mal, dado que son necesarias para comprender lo que ocurre cuando vives en el deseo del otro y cómo ese deseo incondicional de satisfacer al orden establecido es imposible y por ello iba congelándose como mujer y como persona. 

La clase dirigente decide sin consultarle cuál es el sitio que le corresponde a una mujer y cuál debe ser su comportamiento a todos los niveles: como descanso del guerrero, con la postura del misionero en el amor, con métodos anticonceptivos rudimentarios como el ogino, o el interruptus…, hay que tener en cuenta que los anticonceptivos como la píldora que pudieran concederle el control de su natalidad a la mujer aún no se distribuían para todas ni se divulgaban, y más en un ambiente católico muy parecido al nuestro en aquella zona de Francia que describe el libro. 

El control de la natalidad nunca ha sido libre ni inocente ya que cuando se necesitan más nacimientos las sociedades los fomentan y cuando es a la inversa prácticamente se penalizan, lo mismo ocurría en el mundo laboral cuando así convenía en el que se incentivaba con dote la marcha y el despido de la esposa tras el casamiento y se inculcaba la idea de que la mujer que tenía que trabajar fuera del hogar era porque el marido no podía mantenerla, y aunque ese tiempo parece lejano, dentro de la historia es muy reciente. 

Trabajar en una fábrica no era femenino y sin embargo tras una guerra ellas subitamente dejaban de ser marimachos poniendo tuercas como mano de obra barata o voluntaria para sustituir a los hombres que estaban en el frente.

En apariencia podría resultar que el contenido de la novela esté superado, pero eso sería hablar desde el privilegio de la mujer que vive en occidente dado que en otros países el camino aún está por recorrer y no hay que olvidar que lo que les pasa nos pasa porque repercute y que aquí sigue quedando mucho por hacer. 

Es verdad que la mirada de Ernaux hacia aquella mujer joven que fue, es pesimista y frustrada, pero doy por supuesto que tan sólo hace hincapié en las partes injustas y que ella fue feliz a pesar de darse cuenta de la desigualdad que la cernía, y lo que me gustó de la novela –para mí sí lo es ya que el rigor de las autobiografías deja de serlo cuando tienes que elegir unas escenas y omitir otras para remarcar lo que quieres exponer- es que pormenoriza de forma muy simple alegando que el día tiene 24 horas, y si cuida de las tareas del hogar y de los hijos, acude a su trabajo de docente, aunque lo ejerciera desde casa ya que lo impartía para la universidad a distancia, prepara y corrige exámenes y demás, hace comida, va a la compra para la intendencia… ¿cuándo saca tiempo y espacio para desarrollar su carrera, prosperar o escribir? 

En otras áreas laborales se estudian las horas de duración que conlleva cada trabajo. Y que encima A. Ernaux tuviera que aguantar que el marido le recriminara que no se organizaba mientras lo decía sosteniendo con dos dedos escrupulosos y aprensivos un trapo de limpieza, pues tiene bemoles el asunto. 

Aquel alto ejecutivo junto a tantos “hombres de la casa” no debía ser molestado por el griterío de los niños ya que volvía al hogar cansado y era el rey del mambo que siempre encontraba en el armario las camisas planchadas por arte de magia. También es verdad que si no tienes otros ejemplos consideras normal esas formas de actuar, y si nunca has compartido dichas tareas pues desconoces el esfuerzo que requieren, por tanto no es que disculpe a los hombres de la época, culpo a la época en sí y a la clase dirigente que impuso ese modo de adocenar para vivir en aquel orden de cosas. Los hombres de hoy ya han experimentado que se gana mucho más humanamente compartiendo.


¿Cómo se conseguía hacer creer a las mujeres que ese modo de pensar era propio de ellas y no inculcado?, pues muy sencillo: llamando guarras a quienes se salen del redil, y digo el peyorativo en todas sus acepciones no hace falta entrar en más detalles de sobra conocidos, también si eran festivas en el amor, tenían iniciativa y reclamaban atenciones a su gusto, resultaban sospechosas. Ha sido un trabajo de pico y pala, que con pico y pala por fortuna vamos cambiando.

He reservado esta reseña para hoy 8 de marzo de 2024 porque me parece muy representativa aunque a muchas mujeres la lectura de “La mujer helada” les resulte la explosión de una madre y esposa joven insatisfecha y frustrada como ya he dicho en renglones anteriores. 

Reitero que Annie Ernaux de manera muy valiente firmó con nombre y apellidos todas las etapas de su vida y prefirió la autobiografía a la ficción, sin encubrimientos y a pecho descubierto. Es verdad que las páginas son frías, que echas de menos en ellas la calidez, los sentimientos afectuosos que sin duda tuvo y que no pongo en duda, pero quiso que el espejo reflejase esas facetas y fue fiel a dicha frialdad o frigidez de cuando una mujer no se siente querida, apreciada y tenida en cuenta y por ello no puede entregar el cuerpo en el amor no correspondido. De ahí el título elegido.

Annie Ernaux refleja en su obra el mundo obrero, a la clase trabajadora, y el enfoque completa aquel tiempo que parte de los años cincuenta del siglo XX, en el que las pocas mujeres que escribían eran de clase acomodada pero también eligieron ser reivindicativas y eso las honra.

Los padres de Annie, como tantos otros pensaban que los estudios abrirían de par en par las puertas de la libertad a sus hijas, lo que no sabían es que la grieta era y sigue siendo mucho más profunda y tanto en barrio alto como en bajo la mujer continuaría siendo supeditada y sobrecargada con la misma explotación en casa y fuera de ella.

Hoy y gracias a todas las pioneras quiero destacar que el trabajo incesante que se ha seguido haciendo en favor de la igualdad no ha conllevado agresiones físicas por parte de las mujeres, ni resentimiento, ni guerra de sexos, como algunos decimonónicos quieren hacer ver, el feminismo ha sido y es inclusivo siempre, y al menos en la calle entre las mujeres de a pie se realiza de forma cariñosa, acogedora y agradable, otra cosa es el Parlamento donde por desgracia y no hace mucho, nos han hecho asistir a vejaciones verbales muy duras en algunos casos pronunciadas por mujeres, es muy triste, no señalaré para que esta fiesta sea preciosa, pero sí recordaré, como es lo correcto en esta fecha, que se conmemora por el fallecimiento de 129 obreras de la fábrica textil Cotton que en 1857 ardió, murieron abrasadas en el incendio mientras se manifestaban en contra de las largas jornadas, de los salarios bajos y de las condiciones de inseguridad en el trabajo.

Un abrazo muy grande queridas mujeres de todo el mundo, es difícil que nosotras no sepamos entendernos y esa compenetración con nuestras distintas formas de pensar y de ser es en sí misma el mejor logro: la comprensión y la empatía, con todos sus matices, ha de ser siempre nuestro sello, así como la ausencia de agresividad que deja claro el contraste.

Feliz día

Pili Zori. 

"Gente normal", de SALLY ROONEY

 La adolescencia a menudo tratada como un mal inevitable es sin embargo una etapa fundamental en nuestras vidas, el umbral que nos conduce hacia el mundo adulto, y no admite tópicos, es cierto que hay sentimientos comunes y esenciales en todas las generaciones salvo por las circunstancias variables y particulares de cada una que como es lógico producen cambios importantes en formas de pensar y de vivir. 

En esta novela los protagonistas son millennials, personas nacidas entre 1981 y 1993, en ese tiempo el mundo laboral se volvió más inestable y los objetivos anteriores, tales como enamorarse, tener un trabajo continuo en el que poder ejercer los estudios y conocimientos realizados, comprar una casa y formar familia se han quedado fuera de las prioridades, aunque éstas sigan siendo deseables, pero por supervivencia las relaciones sexuales y amorosas cambian la mirada hacia futuros más inmediatos que admiten sin lucha ciertas precariedades para quienes no tienen detrás el colchón familiar. No sé si son actitudes conformistas o ineludibles, lo que sí es real es que son circunstancias más duras y los millennials y también las generaciones posteriores las sobrellevan con estoicismo y como buenamente pueden. 

Las intrincadas claves del amor siempre han sido complicadas, y el enamoramiento desde que el mundo es mundo es un maremágnum de sentimientos que no tiene pautas ni normas de conducta a las que aferrarse, porque la intimidad nos hace vulnerables y hay que tirarse sin red, igual que la comunicación –que también es cada día más compleja- tanto en las relaciones familiares, las de amistad, como en las impuestas: las estudiantiles y laborales…


Gente normal disecciona haciendo que el lector acompañe y sienta en sí mismo lo que los protagonistas experimentan. La novela toca con delicadeza y positividad los problemas psicológicos. Y a mí personalmente me ha cambiado la forma superficial de ver una etiqueta que siempre había considerado un rasgo de conducta sexual sin más, una variante, oscuro si quieres, pero sin meterme en honduras, en estas páginas los comportamientos sadomasoquistas adquieren otra dimensión más profunda que responde a un pasado, la necesidad de dañar o de que te dañen, de dominar o de someterse tiene un origen que no produce necesariamente placer físico ni anímico en la novela, pero que utiliza la sexualidad para darle cuerpo a una malentendida necesidad de guía puesta en las manos y en la voluntad del otro, es decir: dejarse llevar acatando. Como es natural, y no es un concepto manido, por suerte el amor con toda su complejidad es la tabla de salvación, el aire puro que limpia y que se respira durante el recorrido de esta historia tan preciosa.

También es cierto que las páginas están llenas de alcohol, en toda Europa se bebe mucho y se normaliza la ingesta asociándola a la fiesta y a las relaciones sociales para que sean más desinhibidas, pero a la larga tendrá su precio imagino, ¡ojalá que no sea alto!, no me quiero poner en plan frau Rottenmeier.

La novela es bellísima, con un juego concreto y condensado que va partiendo de fechas en las que leemos y vemos primero el acontecimiento, el detonante psicológico e íntimo que ha marcado un cambio por dentro en los protagonistas, una incertidumbre, un dolor, o una inmensa alegría en la relación de los dos personajes a la que aún no saben ponerle nombre, ni palabras o explicaciones a lo que sienten el uno por el otro y a su vez por sí mismos… y después, páginas más adelante contemplamos el desarrollo, y el por qué, de dicha turbulencia, todo el crecimiento personal se produce dentro de ese embarullado descubrimiento -que van desmenuzando por separado y a su vez juntos- de lo que sucede en ellos cuando están en contacto: no saben de qué están compuestos su inercia hacia el otro, la atracción mutua, ni el tándem tan potente que forman. 

Me permito la libertad de considerar la composición y la estructura como "en bucle", "en espiral", y en cada vuelta, aunque parezca reiteración y volver a la casilla de salida, un pequeño o gran avance. 


La cobardía de Conell al negarla como Judas, y no invitarla al baile de graduación, para seguir perteneciendo al grupo de populares ¿superficiales? en el que él es una estrella, es humillante, y la conformidad de Marianne que no cree merecer la atención del “selecto” marcada como está por una infancia y un entorno familiar complicados, marginada como un verso suelto y excluida de cualquier grupúsculo estudiantil, ¿por envidia?, ¿por bullyng?, ¿por personalidad y valentía a las que no renuncia por afán de aprobación aunque sufra?, a mi juicio merece un debate pormenorizado y reflexivo que cambie los conceptos de inclusión y de exclusión, y que elimine el puñetero "qué dirán" que tanto daño nos hace.

Ambos, Conell y Marianne son muy inteligentes. Él, hijo de madre soltera –el personaje de Lorraine es maravilloso y fundamental para poner a su hijo en su sitio sin paños calientes, de forma amorosa pero justa- y ella Marianne perteneciente a una familia acomodada para la que la madre de Conell trabaja como limpiadora. La madre del protagonista, como ya intuiréis, es una extraordinaria guía y un gran apoyo para él, le dio a luz con 17 años. Marianne sin embargo está completamente desamparada en un entorno de clase alta, despectivo y sutilmente cruel. Los lectores recorremos los renglones deseando tenerla abrazada. 

Acompañamos a los protagonistas Marianne y Conell desde la adolescencia desarrollada en el instituto hasta la universidad. En la facultad cambian las tornas, allí ella es la destacada, aceptada y querida en el grupo, y su belleza, más sutil y llena de matices de estilo y su personalidad son bien acogidas. En el instituto gustaban más las barbies tetonas y de sensualidad más tosca y evidente, como es lógico en el despertar al sexo. 

Añado que recibir tratamiento psicológico siempre está bien, pero no para que la protagonista se adapte a los demás y entre en el redil, sino para que encuentre el equilibrio consigo misma, dado que si le toca una promoción de compañeros superficiales, mediocres y absurdos que se amparan en el bulto para tener fuerza pues apaga y vámonos, ¿quiénes necesitarían receta en ese caso? Ser mayoría no te otorga la razón. 

La novela es un valioso regalo de intimidad. Cuando hablamos de personas introvertidas a veces creamos el símil de que son botes herméticos, no sé si la ilustración de la portada -una lata como las de anchoas o sardinas en conserva, con ambos protagonistas dentro- tiene dicho significado pero esa es la sensación que he recibido y me ha parecido acertadísima.

Como véis he sido cuidadosa para no desvelar detalles intensos y relevantes.

Deseo que os quedéis con ganas de adentraros en esta pieza que generó a su vez una serie televisiva muy aclamada que tengo muchas ganas de ver porque fue muy exitosa. 

Un abrazo y hasta el próximo encuentro con los libros, el cine y las series.

Pili Zori

LA AMIGA ESTUPENDA, serie de TV

 Basada en la trilogía de la ¿autora? Elena Ferrante, (enseguida explico las interrogaciones).

Vaya por anticipado que no conocía ni el éxito tan meteórico de las novelas ni tampoco el de la serie, de modo que me la he bebido con mirada virgen y sin estorbos circundantes externos a ella, he caminado con ansia al lado de todos los personajes y acontecimientos completamente entregada y sin salirme de la pantalla ni un segundo para analizar pasajes, fotogramas, planos, diálogos, voz en off… como suelo hacer, llevaba mucho tiempo sin sentir tanto interés  apasionado por piezas de cine, pero al terminar de verla he cometido el error de buscar bibliografía de la escritora, también de los directores y equipo de la serie y, cómo no, del magnífico elenco de intérpretes, y me he topado con varias incertidumbres desasosegantes que me han hecho sentirme engañada, ingenua y estafada, hasta que pasados esos primeros sentimientos y sensaciones me dispongo a ir por partes como diría Jack el destripador. 

Antes de comentar la serie hablaré primero del hallazgo que supusieron los libros de Elena Ferrante como éxito sin precedentes.

EL ESCÁNDALO.

Me pregunto: ¿Fue un producto editorial elaborado a propósito para mujeres lectoras, con estudio de mercado incluido y toda la veneranda que asegure el llenado de la buchaca? 

Puestos a pensar mal… Enseguida lo desarrollo.

No me parece de recibo que ahora los hombres tengan que parapetarse tras nombres de mujer para ser leídos como ocurrió con las mujeres escritoras en otro tiempo, nadie, ni ellos ni ellas han de recurrir hoy a ese subterfugio, es más, me parece una mofa irrespetuosa hacia todos los avances conseguidos.

BAJO PSEUDÓNIMO.

Al parecer se produjo un gran alboroto en su día, porque se puso en duda si Elena Ferrante era en realidad un hombre, dado que la susodicha se mantenía en el anonimato y sólo aceptaba entrevistas que pudiera responder por email y no mostraba imágenes de sí misma.

Según cuentan o especulan (porque una vez sembrada la duda una ya no sabe si todo puede formar parte de la misma creación artificiosa de un producto editorial con fines exclusivamente lucrativos) un periodista depredador y sin escrúpulos a la hora de traspasar los límites deontológicos, escarbó y siguió el rastro de las cuentas bancarias y afirmó que había descubierto que la verdadera Elena Ferrante era Anita Raja, una escritora, más conocida como ensayista y traductora de obras literarias alemanas que como novelista, y esposa del aclamado narrador Doménico Starnone. Así fue como, supuestamente, el fisgón desbarató el misterio. Pero la falta de credibilidad de dicho "periodista", al que no nombro para no darle más cobertura porque no me parecen honestos sus métodos -explico con un ejemplo por qué lo digo: por lo visto, entre sus muchas virtudes, el fake news se inventaba entrevistas morbosas con famosos-, hizo que otros investigadores -también del periodismo-  finalmente confirmasen dicha identidad siguiendo la pista de las suculentas ganancias por los derechos de autor, de modo que en este caso tuvo razón -naturalmente hablo de oídas y “leídas”, pues no me extrañaría que el rastreo a su vez también formase parte del engorde del producto ya que montajes más rocambolescos y prolongados en el tiempo se han visto, que se lo pregunten a Tele 5 que proviene de allí. De todas maneras, la escritora es una persona privada, no es una política que tenga que dar explicaciones de su patrimonio, ni delinque por ganar dinero con su trabajo, ya se esconda o se exhiba en público. 

Es lo que tiene la pérdida de la credibilidad, que te estropea la fe. No sé qué es cierto o mentira en este asunto, pero la duda está sembrada y crea desconfianza en todo.

Me pregunto ¿y qué trabajo cuesta decir la verdad?, si lo escriben entre dos, o entre cuarenta y la madre, ¿cuál es el demérito? ¿lo de siempre?, ¿que la literatura escrita para mujeres no merece la pluma o la rúbrica de un renombrado?, ¿a qué viene este juego –si es que lo fue- que hace que el lector o espectador se sienta manipulado desde púlpitos o altas esferas? nadie es quién para situarse por encima, ¡qué se han creído!, un libro como he dicho en otras ocasiones lo puede leer igual un rey que un mendigo, intelectuales o autodidactas... En fin, todo el mundo puede entrar en las páginas que le plazcan sin que tengan que decidir por él o por ella lo que le va a conmover, tiene derecho a elegir aunque se vea limitado a hacerlo dentro de la oferta que hay, pero escoge al fin y al cabo. 

FEMINISMO

Aclaro -aunque a estas alturas no debería hacer falta- que no me molesta en absoluto que un hombre sepa usar voz de mujer, al igual que una escritora puede utilizar voz de hombre, al contrario, celebro ambas, y partiendo del feminismo tampoco creo que sea necesario esclarecer que la noble lucha por la igualdad incluye a los hombres, ni pienso que a estas alturas haya que volver a explicar que no es una guerra de sexos, ya cansa. 

Me mosqueo mucho si pienso que se han reído de mí o que han decidido a qué clase de público lector pertenezco, y si existe dicha clase, o que se crean con derecho a experimentar conmigo como pigmaliones pensando que seré previsible y decidiendo lo que me conviene. Por esa misma razón no he querido leer nada del famoso trío tramposo "Carmen Mola" en general sentó como un tiro que les salió por la culata. Aquí se firma con nombre y apellidos.

Añado que me parece genial el trabajo en equipo y que tanto para la literatura como para el cine la recopilación, la labor documental, testimonial o las historias referidas son imprescindibles como alimento y materiales de construcción para la estructura y no restan valor creativo al escritor o escritora. En los talleres del Renacimiento había aprendices y ayudantes para el trazo gordo. ¿Por qué no reflejarlo, entonces?, ¿por qué ocultarse bajo pseudónimo?, ¿acaso es escritura menor para todo un señor premio Strega?, si es que el prestigioso “marido de…” tiene algo que ver, ya he dicho que no afirmo, tan sólo conjeuro a tenor de lo que he leído, ¿o es que ella -la esposa de...- es menos que él y esa sombra de éxito comercial empaña la categoría del galardonado? Lamento ser tan mal pensada. Y como deseo estar equivocada yo también juego y ahora argumentaré lo contrario dando paso a mis contradicciones:

¿QUIÉN SE PUEDE PERMITIR EL LUJO DE NO HACER BOLOS?

He comentado que iba por partes como Jack el destripador, por ello doy un giro al despiece y sigo especulando, esta vez a la inversa. Vamos con el juego.

Otra hipótesis:

Es cierto que un autor o autora pueden ser brillantísimos con el lenguaje escrito, puesto que permite corregir, subir bajar, colocar párrafos en lugares distintos, quitar, poner…, pero no tiene por qué resultar igual de deslumbrante con el lenguaje oral en el que los interlocutores producen interrupciones y mil cosas que influyen y afectan a la conversación y a la agilidad mental y verbal, es expuesto, da vértigo y comprendo perfectamente que algunos autores prefieran escribir, que es lo suyo, y quedarse en su casa, se supone que el trabajo de promoción le corresponde a la editorial, pero actualmente los narradores han de ir de encuentro en encuentro como el arca del turronero, y a la gran mayoría le gusta ese contacto con sus lectores, ese periplo se le da bien y suma, pero no a otros con mayor timidez y menor disponibilidad, y los bolos no tienen por qué ir incluidos en el sueldo, no somos estrellas del rock, ni reyes del mambo. 

Así que a partir de aquí voy a ser bien pensada, y a seguir con otra suposición, me pongo en el lugar de Anita Raja y si ella prefirió parapetarse bajo el pseudónimo de Elena Ferrante y estar tranquila en su despacho y el misterio ha favorecido su escritura, pues me alegro y retiro lo dicho pidiendo perdón, que su narrativa sea más populachera o al contrario, más elevada, queda a criterio del lector que es soberano.

***


LA AMIGA ESTUPENDA


Ahora sí, ya puedo hablar de la serie que me ha encantado incluso con las pequeñas pegas que podría ponerle en partes sociales que me parecen algo esquemáticas y resumidas, porque el global es impresionante en todos los sentidos.

Es el retrato de un tiempo en evolución desde los años cincuenta del siglo XX, tan parecido al nuestro en los barrios de clase trabajadora que la similitud apabulla, esta vez contado y protagonizado por mujeres, que desmenuzan su interior descarnadamente, sin importarles si quedan bien o mal, pero con enorme ternura de fondo.

Contemplamos todas las relaciones de dominio y sumisión que se producían en los hogares, vemos como se institucionalizaba y se aceptaba el maltrato físico y anímico porque no había otros ejemplos posibles y se admitía como normal esa conducta hegemónica, observamos la lucha de clases y también el desclasamiento cuando los hijos se avergonzaban de sus padres, cuando legítimamente querían dejar atrás su origen sin salidas e intentaban entrar en otro estatus supuestamente mejor, pero cuando lo conseguían descubrían con tristeza que para la mujer no había muchos cambios en una posición o en otra, en una ideología de izquierdas o en otra conservadora, a ellas invariablemente siempre se les hacía caer en lo mismo: dejarlas relegadas a la crianza de los hijos, al cuidado de la casa, y que se buscaran la vida y el hueco para seguir estudiando si así lo deseaban o ejerciendo su carrera entre fregado y planchado. Talentos dolorosamente perdidos de la época e irrecuperables en pro, a menudo, de parejas más mediocres.

Dos niñas extienden su amistad durante toda la vida con un vínculo irrompible en el que se salpican alternativamente las envidias y los estímulos mutuos, pero bajo los pequeños odios y rivalidades siempre está el gran amor que las sostiene, una es superdotada pero la precariedad y el pensamiento obtuso de la familia le impiden estudiar, no ve el modo de salir del pozo de la miseria, e intenta, acertada o equivocadamente, abrirse paso de distintas maneras, siempre se tira sin red, y cuando puede estudia por su cuenta, la otra sí consigue llegar a la universidad con beca y escribir y que su obra se publique gracias a la editorial de su suegra, privilegio que le viene dado por casamiento aunque su literatura sea buena, se ha arrimado a un buen árbol como se suele decir, pero no hay gran diferencia en el reparto de tareas o estimas entre el barrio alto y el bajo, ni en las imposiciones. 

Me encantan los descubrimientos de las dos, lo que se cuentan y lo que deciden omitir, su brutal sinceridad tan odiosa a veces, las amas a ratos y otros las detestas. Las interpretaciones son magníficas, cada minúsculo gesto introspectivo captado por la cámara es hipnótico. Nadie nace enseñado, los abusos y el descubrimiento del cuerpo y del placer propio dentro de sentimientos ambivalentes está plasmado con maestría insuperable, se iban descubriendo a sí mismas a base de caídas y tropiezos, de desilusiones muy duras, de aprender mirando a los demás para interiorizar, no para imitar, puesto que son genuinas, una es más instintiva, más echada para delante, en apariencia, pero también le resulta difícil saber lo que quiere sin replegarse al deseo que despierta en los hombres usándolo mal a veces, dominante, caprichosa e incluso malvada en algunos momentos, pero siempre dispuesta a asumir los errores pagando todas las consecuencias, la otra es la dependiente, también en apariencia, la dulce, la sensata, la prudente la que sosiega y calma, hasta que comprendemos que sus escollos son iguales o mayores, y que hace menos ruido pero se impone del mismo modo cuando aprende a  escucharse por dentro, ambas prueban lo que se espera de ellas hasta que comienzan -tras humillaciones sutiles y también toscas- a encontrar su propia voz.

Las dos provienen de un barrio pobre situado en Nápoles en el que transcurrió la infancia de una generación que ya empezaba a romper con la anterior, un microcosmos cerrado en el que se anticipan las revueltas fascistas, el poder de las familias mafiosas, a las que se les rinde pleitesía por miedo y también por admiración hacia su dinero y por deseo de tenerlo sin venderte o la rendición hacia quienes lo tienen, la lucha universitaria junto a la obrera en la que también había que limar el soterrado desprecio mutuo u orgullo mal entendido, clasista, puede que de ida y vuelta y por ambas partes, antes de saber caminar juntos, también el "obrerismo" se subió a la cabeza. Y ellas prisioneras en cualquiera de los ámbitos dirigidos por el modo de pensar preponderante de los hombres que ellos no sabían poner en cuestión, con la ley del embudo lo ancho para mi y lo estrecho para ti, yo sí puedo tener amantes pero tú no, así pasaba, que quedaban sumidos en la perplejidad cuando eran abandonados por desamor. 

Un mundo puesto patas arriba en la búsqueda valiente de ellas que se tiraron al vacío, porque tanto si trabajaban dentro o fuera de la casa, tanto si tenían bellas jaulas y hermosa ropa en los armarios, como si no, la explotación resultaba similar y la necesidad de aprobación y de recibir permiso para ser, no para tener, también. 

A las claras o con trampas se las ingeniaban para rebelarse tirándose sin paracaidas, porque como he dicho otras veces la represión, institucional o privada, termina por reventar a las personas.

Encontraremos la forma de entendernos como sociedad, metiendo también las piezas íntimas de hombres y mujeres para que el puzle se pueda terminar y que todo encaje, sólo así podremos verle las ventajas a prosperar amándonos sin dominios ni sumisiones, buscando la comprensión y la forma de hacer equipo.

Mientras tanto seguiremos escuchando la voz de las mujeres y mirándonos de verdad y sin miedo en espejos como éste, el arte sirve para pulir el azogue en el que se reflejan con nitidez cualidades y defectos, vergüenzas y también dignidades. Mi generación perdió mucho para darselo todo a los que vinieron después. La gratitud no está de sobra.

Un abrazo y hasta el próximo encuentro con los libros, las series o el cine.

Pili Zori

"La familia", de SARA MESA

 Me ha impactado, me ha robado el sueño y la he leído en tres atacadas con cara de fastidio cuando tenía que salir de las páginas por atender otras tareas.

Es la primera novela de esta escritora que he tenido entre las manos, y ahora me apetecen todas, tengo tanta lectura pendiente que me agobio con la larga lista, lo cierto es que el señuelo me lo puso Isabel Coixet al adaptar para su cine “Un amor”, otra de las obras de Sara Mesa. 

Coixet es para mí “Palabra de diosa, te alabamos señora”, otra magnífica de la introspección: la sutileza más difícil del séptimo arte, ella la logra con la imagen captando siempre el interior de sus actores a los que dirige y pauta con una sensibilidad estratosférica, y Sara Mesa con la palabra.

Escuché a Isabel decir que su nuevo largometraje "Un amor" -usó el título homónimo- se hallaba a caballo entre sus filmes anteriores “La vida secreta de las palabras” y “La librería” así que para qué os cuento, tengo ansia por verla, y con la humildad que la caracteriza se mostró preocupada por si a la autora no le gustaba cómo la había adaptado. Por suerte a Sara Mesa le encantó, según dicen.  

Si hubiera que especificar con exactitud qué es la introspección en literatura el diccionario enciclopédico definiría: Sara Mesa. Dicho buceo es diferente al monólogo interior que hace que el lector escuche y lea los pensamientos que se producen en la cabeza del personaje, la introspección sin embargo es el escáner cuyos resultados quienes leen piensan que deducen por sí mismos ante los hechos y la analítica que les muestran -sin juicio aparente por parte del autor- ahí está la gracia de la complicidad, y esa herramienta, construida sólo con lenguaje escrito es la maestría: hay que crear la atmósfera sin apenas describirla y también el subliminal con hondura de iceberg, dicho en términos sencillos: hay que conseguir que entre las líneas esté situado el párrafo más largo, principal e invisible en apariencia y que el lector lo vea tal y como su autora -en este caso- ha querido que él lo mire para hacerlo visible. En definitiva, se trata de escribir pero sin plasmar en el papel, esa es la creación de ambientes y atmósferas a las que me refiero y que consigue que entremos y caminemos junto a los personajes como unos más ocupando nuestro lugar.

Sólo de ese modo se pueden ver desde tan cerca las grietas de los enigmas que acarrea esta narración en la que el patriarca proclama: “En mi familia no hay secretos”, y por ello prohibe que Martina use el diario con candado que con tanta ilusión compró. 

Respiramos el mar de fondo de intolerancia que anida bajo esa férrea educación que en realidad no es otra cosa que control y poder del padre además de doma y sometimiento con obediencia incuestionable. La soberbia y la altivez no son patrimonio exclusivo de los adinerados: Damián proviene de una familia de "intelectuales", pero no hay nada más lejos de la intención de la cultura que la de ser usada como arma arrojadiza o rasgo de superioridad, precisamente es lo contrario, el conocimiento nos iguala. La buena imagen que este matrimonio ostenta de cara al exterior es impostada, ¡Oh!, ¡son tan corteses y educados! -dice la vecina peluquera a la que Damián mira por encima del hombro y con desprecio sin que ella lo perciba. 

Cuántas veces culpamos al que responde a gritos y pierde los papeles sin tener en cuenta el torniquete al que le someten los de a la chita callando, los "educaditos tan distinguidos" -pico y pala, pico y pala con constancia inusitada-, esos que guardan las formas mientras te pisan el cuello, los que meten el dedo en la llaga y lo retuercen. Después el malo o la mala es el que explota o la que revienta. Tiene narices el asunto.

Sara Mesa desenmascara una forma de conducta institucionalizada y bien vista de enorme falsedad que es muy dañina, aunque tampoco deja títere con cabeza en la balanza ecuánime porque sabe matizar y no es maniquea, en sus páginas ninguno de los protagonistas se salva de la reprimenda implícita, y ella nos presenta la luz y la sombra de cada miembro del curioso clan. No sé si los odia o los ama, para amar hay que aceptar al otro con el equipaje completo, tampoco sé si es o no compasiva y comprensiva con cada uno de ellos por separado o con la familia entera en sí, o si simplemente se limita a exponer o denunciar la hipocresía de las apariencias y los estragos que éstas causan, no sé si señala la mala energía que subyace bajo la intimidad de esta coral; o los complejos de superioridad disfrazados cuando en el fondo tal vez lo que el "jefe de la casa" oculta es el sentimiento de fracaso por querer y no poder, o todo junto, quizá la autora tira de la manta para que sepamos de una vez por todas que hay formas de vida obsoletas, ella hace su crónica, el lector decidirá sus conclusiones, por mi parte creo que la novela saca a la clara luz del sol las grandezas dentro de las miserias, pero también redime porque en el pecado ya va incluida la penitencia, si se me permite la expresión antigua, y quien esté libre que tire la primera piedra. 


Mesa nos habla de los infiernos del hogar, de los  acorralamientos psicológicos infligidos subrepticiamente por alguien que sólo en su casa se puede erigir como rey con la fuerza de sus argumentos manipuladores y amparado en sus creencias – y es que hay también “religiones” laicas e ideológicas que algunos usan con igual fundamentalismo- y me gusta que el libro recalque ese matiz. Fuera de la casa es posible que Damián sea un pusilánime y sus aires de grandeza se esfumen. Dejo ahí la especulación para no desvelar. Vosotros mismos sacaréis vuestras propias deducciones. 

Otro tema interesantísimo para debate es el del capítulo Uña y carne, en ese compartimento están fotografiados los entresijos de la amistad: cuando no sabes si significas lo mismo para la otra persona que ella para ti, es decir, se pone en cuestión la reciprocidad, y en ese punto me surge la pregunta ¿es necesaria o basta con saber a quién quieres tú sin tener en cuenta si eres correspondido o no? ahí lo vuelvo a dejar. También señala el chantaje emocional de quien se siente víctima y apela a la culpabilidad del otro, no deja de ser una forma más de abuso de poder invertido, la otra cara de la moneda.

A lo largo de la narración Sara Mesa nos irá mostrando los ingredientes de dominio o sumisión -en mayor o menor escala- que se producen en todos los ámbitos, no sólo en la casa. 

La composición de la novela es muy bonita, armoniosa y equilibrada en sus detalles simétricos, la escritora alterna en forma de pulsera pasajes de la infancia con otros que se producen cuando los protagonistas son adultos, y establece engarces de estructura que conjuntan y cuadran con métrica equilibrada de prosa poética, en ellos vemos claramente las consecuencias de todo lo inculcado en la niñez y que todavía no ha sido liberado.

Por fin, asistimos a las catarsis tan deseada de todos los hijos en su etapa adulta, cada uno en un lugar y momento distintos y aplaudimos hasta con las orejas mientras respiramos con alivio su libertad interior. Y con asombro tomamos conciencia de que la lectura nos ha tenido en vilo y en tensión como si estuviéramos ante un thriller psicológico sin serlo, pero que reúne todos los ingredientes de suspense, incertidumbre y misterio mientras nos repetimos una y otra vez con el pulso acelerado ¿y ahora qué va a pasar?  

No os preocupéis, no estoy desvelando ninguna trama de la hipnótica pieza que es La familia. 

Los sentimientos de amor odio que este hombre genera en su mujer y en sus vástagos han sido y aún son muy comunes en nuestro mapa.

En las páginas hay metáforas y símiles, al menos así me lo parecen, atinadísimos y muy bellos que no pasan inadvertidos a nuestro inconsciente y calan en él, como por ejemplo que Laura, la esposa, es más alta que Damián, su marido, de inmediato comprendes que estás viendo otra clase de estatura moral. No los enumeraré por orden de aparición aunque en el libro sí creo que tiene importancia la forma de colocarlos, pienso que dichos símiles y metáforas no están puestos al azar y que se encuentran en su lugar exacto, justo en el que tienen que estár.

Por ejemplo, observaremos que el perro del vagabundo tiene los mismos tonos de color en el pelo de la cara que el cabello de un chico con el que sale Rosa a escondidas con nocturnidad y alevosía. El parecido no está escrito al azar. Ella compra un bocadillo al indigente y se sienta a su vera con sentimientos encontrados que se debaten entre justicia y vergüenza, al mismo tiempo, por quienes puedan verla con él. La escena dibuja la errática vida de la chica, el vagabundeo que de algún modo representa la necesidad de escapar, de buscar su lugar, ella también está marcada por aquel encierro infantil y adolescente de casa sin televisor, ni regalos de cumpleaños, ni de reyes, ni helados ni pasteles, ni alegrías o celebraciones, carencias que no se debían a la penuria económica, Damián símplemente actuaba así por principios de austeridad quizá sin saber que hasta Gandhi, su figura idolatrada, tuvo sus peculiaridades. 

Las cenizas del volcán que paralizan los vuelos se vinculan con otras de réquiem, ya descubriréis a qué me refiero con ese paralelismo, y qué clase de relación tienen con el desconocido que se acerca a Rosa en el aeropuerto.

Y nos vamos a otro detalle sin importancia aparente: El ciclamen que le regala Rosa a Yolanda -la chica con la que comparte piso- se marchita enseguida al igual que su amistad. Cuando eres tú quien alquila habitación dominas al alquilado. Nás tarde vemos que en la fiesta de la terraza muestra el corazón, pero la moralina burguesa se impone y también el juicio sumarísimo en esos "abiertos", "modernos" y "glamourosos progres". De nuevo "no te fies de las apariencias Rosita porque engañan". No abundan mucho los espíritus libres que te quieran sin juzgarte y con todos tus tropiezos.

Hay en la novela un equilibrio de justicia poética para cada uno de los personajes. Como reitero a menudo la vida es un boomerang y todos -tarde o temprano- experimentamos el daño que hacemos a otros, y de algún modo, al darte cuenta, quedas en paz y si puedes resarcir resarces. 

Aunque pensándolo mejor en mi opinión quien más pierde es Laura, la madre. Es muy fácil decir por parte de quien no está sumida en esa situación: pues que se hubiera ido que ya había divorcio, ¿tan sometida y tan alienada? Autorescatarse no es tan sencillo cuando has vivido en el deseo del otro y ya no encuentras la frontera ni el límite y no sabes dónde empieza tu persona o dónde acaba si está abducida dentro de la vida de él. Por eso el dominio psicológico es tan complejo y difícil de definir. No basta con llamarlo tóxico.

Un llanto inesperado, purificador, o penitente -no voy a descubrir quien llora- visto en secreto desde la rendija de un armario, me alegró mucho. Me gusta redimir y pensar que la gente no es mala sino que a veces está equivocada. No sé cómo lo interpretaréis vosotros. 

Como he dicho en otras ocasiones y volviendo a la admiración sin fisuras que algunas personas profesan a los idolatrados santos laicos, creo que no hay que confundir la obra con el autor, tampoco estoy de acuerdo con aquello de "por sus obras los conoceréis" ya que se pueden tener buenos actos con toda la mala leche, así que las intenciónes también cuentan. Lo bueno de Picasso era su pintura, sin embargo su vida fue otro cantar y sus principios se los saltó en multitud de ocasiones, todos dejamos mucho que desear en etapas determinadas de nuestra existencia, aunque como también he repetido hasta la saciedad en otros momentos, comprender no es justificar y de una manera u otra siempre pagamos las consecuencias, lo importante es darse cuenta para poder cambiar y Sara Mesa subraya e indica el origen del mal con nítida radiografía. Al menos así lo he sentido al transitar por su escritura, de forma subjetiva sin duda, cada lector hace su lectura. 

Por suerte el concepto de familias "modélicas" está cambiando la mentalidad de el "ordeno y mando", y "en esta casa se hacen las cosas así", o "porque lo digo yo" -al menos eso espero- por espacios y hogares llenos de amor en los que se lidian los conflictos comunicándose con más o menos acierto o torpeza, pero dejando a sus miembros hablar, decidir y desarrollarse.

Dicen que en las novelas de esta autora abundan los personajes que roban sin ser cleptómanos –detalle que trata en sus libros de pasada o más a fondo, según lo necesite, pero que está presente en casi todos- y que estos delinquen en grandes almacenes para no dañar a los comercios pequeños.

No me gusta el hurto en cualquier ámbito, considero que tiene repercusiones para el trabajador que atiende al ladrón, en las que también hay que pensar, o perjuicios injustos para alguien que con su sueldo ha de cuadrar caja o perder su puesto, porque aunque el comercio de gran superficie tenga seguro que cubra las sustracciones, el empleado no se libra de la represalia. Naturalmente estoy más que de acuerdo con la lucha obrera y ciudadana que se manifiesta contra los robos que sufrimos en sueldos y en servicios. Pero en el caso de la novela comprendo el significado de revancha con la vida que el acto tiene por esa infancia usurpada, el personaje roba por compensación y reparación aunque yo no lo comparta. Perdón por el inciso.


Todo lo reprimido estalla. Y Laura, la esposa, en un par de ocasiones revienta, no voy a justificar el modo, pero sí puedo entender la causa y la saturación.

En fin, estaría hablando sin parar de cada página, del tío materno Oscar y de cómo su cariño y su dignidad sencilla y la alegría de vivir son ensuciados en ese diario de Damián que en el despacho de su cuñado está a la vista como propugna el progenitor, “en esta casa no hay secretos”, diario igual que aquel de Martina al que se le prohibió el candado… 

Hablaría de la generosidad de la señora de las ojeras,  de la hucha rota de Damián hijo para no decepcionar al padre por su precaria recaudación; del alcohólico menospreciado que por serlo no es bien atendido cuando sufre un desmayo grave. No os descubro el resultado final ni la causa de su desmayo. 

Añadiría que es mayor el miedo de que se enteren en su casa que la agresión que Rosa recibe, hasta ese punto llega el dominio psicológico que es la peor cárcel del alma.

Comentaría el dibujo de “Gambi” por el que Aquilino, el menor, recibe un bofetón, por suerte Aqui -consiguió que su anticuado nombre se convirtiera en diminutivo- es el menos influenciable, más astuto y paradójicamente más respetado. Es el ave “Félix”. Y es que siempre habrá quien sepa utilizar la estrategia impuesta para escapar del dominio sin necesidad de marcharse.

Me entretendría relatando el sentimiento de Martina hacia la maestra tan afable, tan amiga, que al final llama a sus padres, Laura y Damián son adoptivos, también en ese caso se abre un buen coloquio sobre el sentimiento de intrusismo, el de estar fuera de sitio cuando la familia está rodada y llegas tú sin ser bebé.

Reflexionaría en cuanto a la confianza traicionada, el mundo de los niños y el de los adultos invariablemente entra en conflicto hasta con las mejores intenciones. Puede que sea una preparación para la supervivencia. Pero es triste.   

Y por fin estamos tras la rendijita. En ese capítulo nos asomamos -junto a dos de los protagonistas- por una ranura para ver algo que cada lector interpretará a su libre albedrío, es decir: como le dé la gana. En la escena contemplamos furtivamente ese llanto del que hablaba en renglones anteriores. ¿Por qué o por quien llora? Tendréis que leer para averiguar la identidad, pero el sollozo conmueve y nos deja cargados de conjeturas.

Comentaría sin descanso hasta sobrepasar en páginas la condensación de la novela porque Sara Mesa es sucinta, pero el contenido de esta historia es inmenso dentro de la compresión, ella no usa una palabra demás y te deja con las ganas de seguir conociendo detalles, aunque de sobra los deduzcas, no hay que pecar de voyeurismo.

Dicen algunas personas que sus novelas son turbias y oscuras, yo discrepo, más bien son un espejo en el que te miras zonas muy íntimas a solas, por eso gustan tanto, si metes el estetoscopio por dentro se nos oyen los pedruscos y también las esponjas al escurrir, luego ponemos la hormigonera y ya en la salida pública el magma surge cribado y presentable, pero nada de lo humano nos es ajeno, y ramalazos de dominio y sumisión nos salen a todos, y deseos inconfesables también. Una cosa es cómo deberíamos ser, pensar, sentir, actuar… y otra muy distinta cómo somos en realidad. La autora se asoma con el microscopio por las fisuras para comprobar y cerciorarse de cómo somos de verdad y no le da miedo el vértigo, ese es para mí su gran logro.

***

P.D. La única objeción que pongo -porque por ahí nunca paso- es por el desprecio hacia las personas con “sobrepeso” que salpica la novela y he tenido la sensación –deseo estar equivocada y que sea al revés: una crítica hacia quienes señalan y se mofan de ese rasgo dentro de ésta historia- de que dicho rechazo sí lo comparte la autora. Si no es así le pido mil perdones por el mosqueo injustificado. Pero aprovecho para recordar que hay gordos y gordas guapísimos y gordos y gordas adefesios; flacos y flacas bellísimos, y delgados y delgadas horrorosos. Ser delgada o delgado no es sinónimo de estar buena o bueno, ni gorda o gordo tampoco, pero en ambas tallas hay personas muy, pero que muy seductoras. Y el atractivo nadie sabe de dónde sale o qué conjunto de componentes lo provoca. Nos gustamos y nos atraemos en todos los tamaños y en todas las edades, basta con salir a la calle para verlo. Algunos hemos estado en las dos orillas, flacos y alargados durante un tiempo y llenos y poderosos en otro y no hemos sido ni mejor ni peor por ello, a cada uno le gusta su cada una y viceversa, o a cada uno su cada uno, o a cada una su cada una. Así que vamos a ponernos de moda y a querernos como rosas reventonas porque capullos esbeltos ya hay muchos.

Un abrazo y hasta el próximo encuentro con los libros o con el cine. Gracias por leer mis cosas, cuidaos mucho.

Pili Zori.